Maternidades africanas
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Normalmente el escultor africano no se propone, sobre todo en la escultura tradicional, representar la expresión de los sentimientos maternales o filiales.
Resultan asombrosas las estrechas relaciones afectivas que se establecen entre la madre y su niño, debido a la larga duración de la crianza, de dos a tres años en la mayoría de las sociedades africanas, y que raramente estén mencionados en la escultura africana tradicional.
El tema de la madre y el niño no se traduce habitualmente en una relación emocional, no representa una maternidad individual, pero está vinculada al principio general de fecundidad o fertilidad de las mujeres, y también de la tierra. La estatua pertenece pues al ámbito de la consagración de lo religioso. Las esculturas se coloca normalmente sobre un altar, por ello, en la mayoría de las maternidades, principalmente las sentadas, la madre, tallada de manera frontal y simétrica, se presentan hieráticas en una inmovilidad consagrada requerida
En cambio los escultores cameruneses o Yoruba, en particular, se liberan de estas normas y dan movimiento a sus representaciones femeninas.
El cuerpo del niño se talla de manera sumamente, particular. A veces la cabeza es la única parte que tiene algún carácter antropomórfico. La capacidad técnica del artista no puede cuestionarse, ya que la calidad de la escultura de la madre prueba su perfecta maestría. De otra manera el niño, no siempre es un lactante, sino que a veces representa a un adulto de tamaño reducido, de la misma forma que en las figuraciones antiguas de Vírgenes, el niño Jesús era representado a menudo bajo las características de un adulto.
En las esculturas de maternidad Senufo de Poro, el niño tiene a veces un aspecto un tanto animal, y se aleja mucho de las formas humanas. Esto no se debe a la torpeza del escultor, en realidad no se trata de un niño real, sino de una representación simbólica, esotérica, ilustrando los mitos. En efecto, durante los veintiún años que dura la iniciación de poro, se utilizan las esculturas de maternidades, en las cuales el niño es la alegoría del joven adolescente, que mama la leche del conocimiento. De la misma manera, la madre no es una madre del mundo terrestre hecha de carne y sangre, sino una “vieja madre” antepasado mítico.